La diferencia entre ciudadanía y nacionalidad es un tema que, aunque puede parecer técnico, tiene un impacto profundo en la vida de millones de personas alrededor del mundo.
Como venezolanos que hoy residimos lejos de nuestra tierra, hemos sentido esa dualidad emocional y legal entre lo que uno es por nacimiento, y lo que uno llega a ser por elección o circunstancias.
Comprender estos conceptos no solo es útil, es necesario, especialmente para quienes como nosotros hemos tenido que dejar nuestro país atrás en busca de un futuro mejor.
¿Qué es la nacionalidad?

La nacionalidad es el vínculo jurídico y político que une a una persona con un Estado desde el momento de su nacimiento o por adopción legal. Es, por así decirlo, el primer lazo formal que establecemos con el mundo.
Nos define como miembros de una nación, y en la mayoría de los casos, está determinada por el lugar donde nacemos o por la nacionalidad de nuestros padres.
Por ejemplo, una persona nacida en Caracas, de padres venezolanos, adquiere automáticamente la nacionalidad venezolana. Este vínculo es permanente, salvo casos excepcionales, y nos conecta con la historia, cultura, idioma y tradiciones del país al que pertenecemos.
Para muchos de nosotros, la nacionalidad es un símbolo de identidad, de pertenencia emocional, de raíces.
¿Qué es la ciudadanía?

Por otro lado, la ciudadanía es el conjunto de derechos y deberes que una persona tiene dentro de un Estado. Implica una participación activa en la vida política, como el derecho al voto, a postularse a cargos públicos, a recibir protección legal y a contribuir con la sociedad a través de impuestos, educación y trabajo.
La ciudadanía puede adquirirse por nacimiento o por naturalización, pero a diferencia de la nacionalidad, puede también perderse o renunciarse, dependiendo de las leyes del país en cuestión.
En muchos casos, hay personas que conservan su nacionalidad, pero pierden la ciudadanía si, por ejemplo, cometen ciertos delitos graves o renuncian voluntariamente a ella para asumir la de otro país.
¿Por qué se confunden estos conceptos?
La confusión entre ciudadanía y nacionalidad se debe, en parte, al uso indistinto que muchas veces se les da en el lenguaje cotidiano, incluso en documentos oficiales. Sin embargo, la diferencia entre ciudadanía y nacionalidad es fundamental en términos legales y políticos.
Un ejemplo común es el de los inmigrantes naturalizados. Pueden adquirir la ciudadanía del país que los acoge, con todos los derechos y deberes que ello implica, pero su nacionalidad de origen puede seguir vigente.
Esto ocurre con frecuencia en países como Estados Unidos, donde muchos venezolanos, han encontrado una segunda oportunidad, una nueva vida, pero sin dejar atrás ese sentimiento tan profundo de seguir siendo venezolanos de corazón.
Ciudadanía sin nacionalidad, nacionalidad sin ciudadanía
Aunque suene contradictorio, existen situaciones en las que una persona puede tener ciudadanía sin tener la nacionalidad, o viceversa. Este es otro motivo por el que entender la diferencia entre ciudadanía y nacionalidad resulta esencial.
Por ejemplo, en algunos países europeos, una persona puede adquirir la ciudadanía sin ser considerada nacional, especialmente en territorios en disputa o bajo regímenes especiales. También hay casos en los que personas tienen la nacionalidad de un país, pero no ejercen su ciudadanía por no residir en él o por no cumplir ciertos requisitos legales.
El caso de América Latina y Estados Unidos

En América Latina, ciudadanía y nacionalidad suelen estar estrechamente unidas, ya que al nacer, la mayoría de los países otorgan ambos status automáticamente, sin distinción práctica entre uno y otro.
Esta tradición refleja una visión en la que pertenecer a un país y participar en su vida política y social van de la mano.
Sin embargo, al emigrar a Estados Unidos, como han hecho muchos venezolanos, nos enfrentamos a un sistema legal distinto, donde estos conceptos se separan con mayor claridad. En EE. UU., la nacionalidad representa el vínculo legal con el país, mientras que la ciudadanía implica derechos plenos, como votar o ejercer cargos públicos.
Un extranjero puede obtener la ciudadanía estadounidense por naturalización si cumple ciertos requisitos, como tiempo de residencia, dominio del idioma y conocimiento del sistema político.
Pero este proceso no exige renunciar a la nacionalidad de origen, a menos que la persona lo haga por voluntad propia. Así, es posible ser ciudadano estadounidense y nacional venezolano a la vez.
Implicaciones legales y emocionales

Desde un punto de vista legal, la nacionalidad es la base sobre la que se construyen los derechos internacionales, nos define frente al mundo y determina nuestra relación con los Estados y con la comunidad internacional. Representa un vínculo jurídico que, más allá de lo administrativo, implica pertenencia, protección y reconocimiento.
La ciudadanía, en cambio, es el marco que regula nuestra posición dentro de un país específico. A través de ella, participamos en la vida política, accedemos a derechos civiles y sociales, y asumimos deberes que nos integran a la comunidad nacional.
Pero más allá de lo legal, también existen profundas implicaciones emocionales. Para quienes hemos tenido que dejar atrás nuestra tierra de origen, comprender la diferencia entre ciudadanía y nacionalidad se convierte en una forma de reconciliarnos con nuestra identidad.
A menudo vivimos en una dualidad constante, sentimos que pertenecemos a dos mundos distintos o, a veces, que no encajamos del todo en ninguno. Sin embargo, es precisamente en esa mezcla, en esa complejidad identitaria, donde reside nuestra mayor riqueza como personas migrantes.
Nuestra historia se construye con fragmentos de aquí y de allá, con recuerdos de infancia y nuevas costumbres adoptadas. Esta condición de «estar entre mundos» no es una debilidad, sino una fuente de empatía, de visión global y de resiliencia.
En este contexto, conocer algunos consejos para afrontar la nostalgia del expatriado puede marcar una gran diferencia en nuestro bienestar emocional.
Cuando la añoranza se vuelve pesada, es útil crear pequeños rituales que conecten con nuestras raíces: cocinar platos tradicionales, como el pabellón criollo venezolano, mantener el idioma, compartir historias con otros expatriados o formar parte de comunidades culturales…
¿Se puede cambiar la nacionalidad?

Sí, es posible cambiar la nacionalidad, aunque se trata de un proceso considerablemente menos común y más complejo que el cambio de ciudadanía. La nacionalidad está vinculada a un sentido profundo de pertenencia legal y simbólica a un Estado, y su modificación implica más que un simple trámite administrativo.
Algunos países permiten que sus ciudadanos renuncien voluntariamente a su nacionalidad de origen y adopten la de otro país, ya sea por razones legales, como facilitar trámites migratorios, políticas por conflictos con el Estado de origen o personales por una necesidad de arraigo y redefinición de identidad en el país de acogida.
Sin embargo, cambiar de nacionalidad no es un paso ligero. Implica cumplir con una serie de requisitos exigentes, como demostrar residencia prolongada en el país al que se desea pertenecer, conocer su idioma, aprobar exámenes de historia o valores cívicos, y, en muchos casos, renunciar formalmente a la nacionalidad anterior.
Además, no todos los países permiten la doble nacionalidad, lo cual obliga a quienes están en este proceso a tomar decisiones difíciles y, en ocasiones, definitivas. Es importante tener en cuenta que, una vez perdida, recuperar la nacionalidad de origen puede ser extremadamente complicado o incluso imposible.
Cambiar de nacionalidad es, en cierto modo, redefinir quiénes somos frente al mundo, pero también frente a nosotros mismos. No es solo un asunto de papeles, es una decisión que puede reconfigurar nuestro lugar en el mapa emocional del que provenimos y en el que queremos construir futuro.
Un puente entre lo que somos y lo que llevamos con nosotros

Entender la diferencia entre ciudadanía y nacionalidad no solo nos ayuda a aclarar cuestiones legales o administrativas.
Nos enseña que podemos pertenecer a más de un lugar, que nuestra identidad no se limita a un documento o a un derecho político, sino que se construye con cada paso que damos, cada idioma que aprendemos, cada costumbre que adoptamos, sin renunciar a lo que somos.
Para quienes hemos salido de Venezuela, la nacionalidad es ese lazo invisible que nos sigue acompañando. Aunque nuestras ciudadanías cambien, aunque vivamos en otras tierras, seguimos siendo parte de ese rincón del mundo que llamamos hogar.
Y es que hay cosas que nos conectan más allá de los papeles: una canción, un dicho venezolano, una comida…
En Curiara, sabemos lo que es vivir lejos de casa y seguir sintiendo que una parte de ti permanece allí.
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